El Camiño Taverneiro acoge estos días a una peregrina húngara de excepción que dejó su vida como policía para dedicarse a recorrer las rutas xacobeas y espirituales de Galicia ► Suma unos 30 caminos y este es su sexto itinerario este año
Texto y foto de Diario de Pontevedra
Una experiencia en el Camino Francés en 2013 cambió la vida de la húngara Rózsa Benedeck hasta el punto de que ni siquiera su nombre propio salió indemne. Esta exfuncionaria del Ministerio de Interior húngaro y policía de las pocas que alcanzó el rango de coronel en su país está recorriendo en solitario el Camiño Taverneiro, una de las rutas xacobeas más desconocidas y que dibujan de un modo más genuino la Galicia interior. Su historia tiene un antes y un después y el Xacobeo es, según ella, el punto de inflexión que lo cambió todo, hace más de 10 años.
Rózsa afirma que su primer contacto con el Camino Francés fue una experiencia radical. Corría el año 2013 y emprendía la ruta desde Saint Jean de Pied de Port (Pirineos franceses) para cumplir así una promesa que se realizó a sí misma antes de pasar por el quirófano para una operación seria.
Inicialmente su idea era correr un maratón si superaba esa cirugía, pero al final escogió el Camino Francés, con un recorrido de 780 kilómetros en el que, en sus propias palabras, «entendí la libertad y eso cambió todo, hasta mi nombre. Aquí soy Rosa, cuando en realidad mi nombre sonaría algo más como Rússa, pero prefiero que sea así para que me sea más fácil que me entiendan. Hasta que llegué hablaba húngaro, alemán e italiano, y entendía el ruso. Ahora hablo español, entiendo gallego y voy a clases de portugués, porque es muy importante entender lo que me dicen en las rutas que hago desde Portugal».
De Policía a hospitalera
Rozsa, que es como se puede localizar en sus redes sociales (en realidad, en Facebook, porque no quiere atarse a más ocupaciones virtuales), se ha convertido en una experta en el Xacobeo que se dedica a testar todos los caminos a su alcance. Hace ya once años que decidió que quería entregarse y dedicarse a esta causa y buscó como asentarse en Galicia. Vive en Muxía, en donde empezó regentando un albergue como hospitalera, tratando de devolver así a los viajeros lo que había aprendido. Pero con la pandemia y la reducción de visitantes esa tarea se quedó paralizada y, desde entonces, no la ha recuperado. En parte, confiesa, así mantiene con más dedicación esa actividad frenética de recorrer caminos y corredoiras. Suma, según sus cálculos, unos 30 caminos. Algunos de ellos, espirituales, pero no xacobeos, como es el caso de la Ruta Mariana. El de este mes, que inició el pasado día 28 de septiembre, es la Ruta Ignacio Taverneiro, su sexta caminata del año. Algunos de sus viajes están colgados en el perfil oficial (Rozsa Benedek) en Facebook, aunque también ha estado años difundiendo las costumbres y datos de Galicia que le llamaban la atención a través de otro perfil que en español se llamaría ‘Un pellizco de Galicia’ y que siguen casi en exclusiva sus compatriotas húngaros (www.facebook.com/EgyCsipetGalicia).
Rozsa no suele contar que dejó atrás su puesto en el Ministerio del Interior de su país, ni que antes había alcanzado el puesto de coronel, tras haber desarrollado parte de su carrera policial siendo responsable de un puesto en el que había 25 agentes, en Budakeszi (Pest, área metropolitana de Budapest). Sus nuevas raíces están en Muxía, y, desde ahí, echando mano del transporte público, en distintos puntos de partida desde los que puede hacer y rehacer etapas del Camiño y documentarlas con fotos.
Sus hijos, ya adultos, la visitan en Galicia, y uno de sus objetivos es difundir en su país de origen toda la información necesaria para que los húngaros aficionados al mundo del senderismo, a la naturaleza o a las rutas sepan qué encontrar en Galicia.
Rozsa, que cuenta por miles las fotos que ha realizado de cada una de sus rutas, explica que no se considera para nada influencer, aunque sí aspira a difundir su idea de que el camino es mucho más que «seguir la flecha amarilla. A veces les digo a los peregrinos o a los grupos que solo ven la flecha amarilla, porque están pensando en la siguiente etapa, en llegar, en sellar. Yo les digo que hay mucho más, que hay que ver las iglesias, los petos de ánimas, la naturaleza y conocer a la gente».
Este es su modo de viajar y lo aplica a fondo cada vez que recibe a grupos de amigos y conocidos que llegan desde Budapest para recorrer Galicia con ella.
Si no está acompañando grupos viaja sola y en esos recorridos, como el que ayer la llevó de Ponte Caldelas a Carballedo, en Cerdedo-Cotobade, es donde investiga más a gusto las entrañas del patrimonio y la sociedad de los lugares por donde pasa. «Si llueve y hay niebla, las fotos, que son muy importantes para mí para explicar como son los caminos, no salen bien, pero lo peor es que no hay gente. No puedo pararme, hablar y preguntar», explica. Este hábito, lo acompaña con el de tomar notas e incluso informar a hospitaleros y promotores de los caminos sobre los posibles puntos negros o problemas en las rutas.
Si se le pregunta por los contrastes que encontró en España al llegar, recuerda con humor un día en el que no pudo comprar nada después de comer, porque los establecimientos estaban cerrados por algo llamado «siesta». Pensó: «¿Qué es esto?», confiesa. Aunque reconoce que la siesta forma parte de todo lo que ahora la motiva. «Soy feliz sin tanto estrés, viviendo más despacio».
No echa de menos entrar en un metro en Hungría y que nadie le hable. «Aquí en los autobuses es difícil que no te hablen o que no te miren a la cara. La gente es muy amable». Eso sí, en Galicia somos impuntuales y eso llama poderosamente su atención. «Si en Hungría dices mañana, es mañana. Aquí, a veces, eso significa que puede ser mañana o cualquier otro día, o nunca».
«Creo que se está mejor andando sola que entre mil turistas»
El Camiño Taverneiro debe su nombre a Ignacio Taverneiro, un vecino de Ponte Caldelas que murió tras realizar esta ruta en 1783. Su nombre es la inscripción más antigua hallada sobre esta ruta. El recorrido empieza en Salvaterra y sigue por Ponteareas, Pazos de Borbén, Ponte Caldelas, Cerdedo-Cotobade, A Estrada y Santiago.
No es una ruta muy conocida, y de ahí que Rozsa haya tenido que llamar para informar de un par de puntos negros (por unos perros y un árbol caído). La lluvia la ha llevado a recorrer ayer zonas anegadas en Ponte Caldelas, pero, en general, ella destaca «el paisaje de la Galicia profunda» que tanto le interesa. Además, es una de las rutas menos masificadas y esto es una ventaja para la caminante: «Yo creo que se está mejor caminando sola que entre mil turistas». Para los que se animen a realizarlo, Rozsa recomienda planificación «porque no vas a encontrar tiendas y lugares para sellar en todas partes». Por la contra, en el lado positivo, lo considera «muy bien señalizado«.